Dicen que nací con estrella, dicen que nací destinado a algo grande. Te resistís a la idea pero sabes que sos un elegido llamado a hacer cosas grandes.
Fui entrenado para cumplir mi misión, y estaba dispuesto a dar mi vida por esa misión. Una misión no se elige, es algo que te toca. Podes renunciar a tu propio sueño pero no a una misión.
Corrés, luchás, peleas hasta el agotamiento, te caes mil veces y te levantas mil veces, porque no se puede renunciar a una misión. Te preparaste desde chico para ese momento y cuando llega estás dispuesto a morir por esa misión.
Estaba preparado para morir, pero no para verla morir a ella. Peor que mi muerte fue ese fracaso.
Te equivocas una vez, crees que aprendiste, crees que nunca vas a cometer ese mismo error y es lo primero que haces, cometer ese mismo error, tropezar una y otra vez con la misma piedra. Pero por algo cometemos ese mismo error.
¿Por qué repetimos esos errores que nos angustian, que nos dan miedo, nos paralizan? ¿Por qué repetimos siempre lo que nos hace mal? ¿Por qué fracasamos una y otra vez?
Cuando cometemos siempre el mismo error, cuando tropezamos siempre con la misma piedra ahí hay que empezar a sospechar. Ahí hay que darse cuenta que detrás de ese error, de ese fracaso, hay un mensaje.
Hay muchas maneras de fracasar y somos muy exitosos en fracasar. Hay quienes están convencidos de que su error es una gran verdad, y error tras error terminan por desatar una gran tragedia.
Hay que permitirse el error para aprender de él. La única manera de tener éxito es aprender de los fracasos, y el único fracaso es no intentarlo.
Repetimos los errores, fracasamos una y otra vez, pero porque en el error, en ese fracaso, hay algo que tenemos que aprender.
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