Todo lo valioso en la vida es frágil, por eso es valioso. La vida es una galería llena de cristales y uno pasa por ella intentando ser un gato, hábil, sigiloso, para que nada se rompa porque vale.
Nuestro cuerpo es frágil. Nuestro corazón es frágil. Nuestra felicidad también es frágil.
Es un juego de equilibrista. Es caminar sobre la cuerda sin red sabiendo que un frágil movimiento los hace caer al vacío. ¿Por qué seres tan frágiles nos creemos invencibles?
La vida es valiosa porque es frágil. No lo entendía mi viejo, le sonaba contradictorio. Un mal movimiento o un golpecito y el cristal se resquebraja, y nos corta en mil pedazos.
Una mirada, una palabra, un gesto, una noticia nos recuerda lo frágiles que somos. Creemos que dureza es lo opuesto a fragilidad, pero la fuerza no está en la dureza sino en la fragilidad.
Amás y al rato odiás. ¿Por qué un vínculo o un sentimiento puede ser tan frágil? Porque es débil o porque somos demasiado rígidos.
Creemos que tenemos que mostrarnos fuertes como una roca, invencibles, solidos como un rascacielos. Pero los rascacielos se construyen con metros de oscilación para que se puedan mover y no sean rígidos. Porque un rascacielos rígido al más mínimo viento se derrumba.
Ya estoy harto que los demás manejen mi vida. Desde que pasó lo de mi hermano siento que los demás la manejan, y yo quiero tomar mis propias decisiones, yo la quiero manejar aunque me equivoque.
Quiero poder tomar mis propias decisiones, quiero agarrar yo el control de mi vida, quiero que hasta mis errores sean míos.
Quiero decidir yo, quiero equivocarme yo, quiero saber que nadie me manipula ni me maneja. Quiero ser responsable de mis decisiones.
Cuando alguien entra a tu vida y logra imponer su punto de vista hace que sientas, que pienses, que actúes como ella quiere, estás como manipulado, como manejado a control remoto. Y yo no quiero que eso me pase, yo quiero tomar mis propias decisiones, no quiero que la vida decida por mí, yo quiero decidir.
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