Tacho: Me crié en la calle y ahí las reglas son claras. En la calle no hay vueltas.
Luca: En la calle las cosas son blancas o negras, no hay grises.
Tacho: En la calle no se piensa tanto. El pan es pan y el vino es vino. En la calle el que las hace las paga. No se duda, siempre sabés que hay que hacer.
Luca: En la calle se ajustan todas las cuentas.
Tacho: En la calle no pones la otra mejilla.
Cuando te ultrajaron, te manipularon y te robaron hasta la identidad, uno solo quiere ojo por ojo, diente por diente. Con ese dolor que te carcome el alma ¿es posible perdonar? ¿Cómo pensás lateralmente frente a la crueldad? Ya no alcanza con el pensamiento lateral, hay que pasar a otra instancia, hay que pensar a sentir lateralmente, transformar el dolor, el odio, la ira en otra cosa. Buscar dentro de cada uno la salida a nuestros karmas, porque eso que nos persigue como un fantasma lo hace para que podamos cambiar, para aprender, para crecer, y tal vez hasta llegar a sentir un amor profundo por esa piedra con la que tropezamos tantas veces. Porque esa piedra también nos enseñó a caminar.
Cuando dejás de mirar el pasado con furia podés ver el presente, el dócil presente que deja atrás el pasado y así iluminar un poco la oscuridad. El odio vive en las sombras, se alimenta de la oscuridad, solo un poco de luz lo puede cegar. El karma es una ecuación rentable, pagas tus malas acciones o cobras tus buenas acciones. Tal vez corriste toda tu vida una carrera a ninguna parte y solo al volver a casa te das cuenta que ahí estaba lo que buscabas. Ese fue tu karma, buscar ese algo, llenar ese vacío, vacío que no se llena con nada.
Para perdonar al que te odia, incluso quererlo, hace falta un amor profundo. Para dejar atrás el pasado se necesita mucha luz. Para terminar con el karma hace falta mucha fe.
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